...en el fondo somos todos un mismo ser divido en diferentes partes, que van viviendo las mismas experiencias en diferentes tiempos, para así poder ayudarse entre ellas cuando llegue el momento. Ahora entiendo por qué uno tiene amigos...
Eder Sawn - Florence Lake in "Pick up the phone"
jueves, 13 de enero de 2011
viernes, 31 de diciembre de 2010
El último día
Hoy es el último día. Siento hambre. Anoche comí pizza, hace muchísimo tiempo que no lo hacía. Gracias hermano. Tengo hambre, me suenan las tripas, se me hace mal aliento del hambre que siento, tengo el estómago vacío, pero no le daré de comer, anoche comió mucho, aunque grite y grite de hambre no le daré de comer. Esto ayudará a que mi estómago desaparezca, se hunda y las caderas emerjan. Creo que esta imagen lo atraería, como si mis caderas asomadas y mi estómago vacío emitieran un olor que lo atraería, a él. No voy a comer. Estómago vacío, caderas asomadas. Me duelen las piernas, como si no hubiese descansado nada. Cuando voy caminando me ha pasado que paro en sexo…perdón quise decir “en seco”, es que la “x” está al lado de la “c”. Cuando voy caminando me ha pasado que paro en seco, pronuncio mi nombre y siento que me es ajeno, como una palabra que acabo de inventar en el instante, “¿ese es mi nombre?” me digo. Sigo. Cuadra, calle, cuadra, calle, cuadra, calle, cuadra, calle, ¿hasta cuándo sigue esto así?, no sé qué me pasa ya no le encuentro sentido a la forma de la ciudad. Me duelen las piernas y mucho. Me gustaría yo mismo meterme las manos dentro de mis piernas y sacar yo mismo esas venas malas. Venas heredadas. Corazón de mi padre. Nombre ajeno. ¿Quién chucha soy? Estas son mis últimas palabras, más encima pensadas, porque ¿a quién se las voy a decir? Hay que aceptar que uno existe para otro. Cuando lo logre descubrir o quizás cuando vuelva a mí, me voy a morir de amor. Estas son mis últimas palabras, más encima pensadas, porque ¿a quién se las voy a decir? Hoy es mi último día…del año 2010.
miércoles, 16 de junio de 2010
Celebremos el cumpleaño de nuestra soledad
A casi ya un año me pregunto cuándo vendrás.
"Vendrá para el cumpleaño de nuestra soledad"
Qué manera más tierna y hermosa de decir que no te tengo
y que la distancia y la soledad nos separa hace ya casi un año.
Qué manera más tierna y hermosa de decir que la vida
aún no me quiere dar la oportunidad y qué lindo sería
poder verte para el cumpleaño de nuestro primer encuentro.
"Vendrá para el cumpleaño de nuestra soledad"
Qué manera más tierna y hermosa de decir que no te tengo
y que la distancia y la soledad nos separa hace ya casi un año.
Qué manera más tierna y hermosa de decir que la vida
aún no me quiere dar la oportunidad y qué lindo sería
poder verte para el cumpleaño de nuestro primer encuentro.
domingo, 9 de mayo de 2010
A modo de desahogo
Anoche estaba agotado. Ya eran las 22.30 pm del viernes 7 de mayo e iba en la micro escuchando esa canción una y otra vez, una y otra vez. Me dirigía hacia la casa de mi abuela a cortar un poco de menta del patio para preparar unos mojitos. Me bajo de la micro y camino por el pasaje en dirección a la casa de mi abuela. Sigo escuchando esa canción una y otra vez, una y otra vez. Entro a la casa y está todo oscuro, prendo la luz del living-comedor, nadie. Reviso la que era mi pieza, nadie. Reviso la siguiente pieza, nadie. Reviso la pieza de mi abuela y ahí está ella, durmiendo. Trato de no hacer ruido mientras voy al baño para no despertarla. Me di cuenta que esa noche mi abuela estaba sola. Iba a pasar la noche sola en su casa, sola en su pieza. En verdad mi abuela está sola. Cuando me disponía a retirarme de la casa, siento que mi abuela me habla desde su pieza. Ella en realidad, me había sentido llegar desde que abrí la reja de la casa, pero se demoró en sentarse en su cama y hablarme. Mi abuela estuvo muy enferma y sus secuelas la tienen mal. La cosa es que hizo todo el esfuerzo para sentarse en la cama y decirme:
• ¡Era usté mijo! Me senté para ver quién era
• Sí bueli, soy yo. ¿Está sola?
• Sí
• ¿Nadie la ha venido a ver?
• No
• ¿Nadie se va a quedar con usted esta noche?
• Su mami dijo que usté se iba a quedar, pero que si no podía ella se venía a quedar conmigo
• Pucha bueli, yo no puedo. Vine a buscar un poco de menta y me voy
• Ah…
• ¿Mi tío Juan no se ha venido a quedar?
• No. Ya ni viene. Viene cada quince días
• ¿Y mi tío Roberto?
• ¡Pfff! Ese menos. Dice que llega cansado del trabajo, que no tiene tiempo…
• Ah…, bueno bueli, ya me voy. Buenas noches
• Buenas noches mijo
Me puse los audífonos y puse esa misma canción una y otra vez y me dirigí a cortar la menta y mientras lo hacía pensaba que mi abuela está vieja, no se puede valer por sí sola, pero tuvo un marido, hijos que la acompañaron por muchos años, tiene nietos que creo que la quieren, tiene a mi mamá que la cuida y vive con ella, ella tuvo familia. Pensaba en yo cuando viejo, sin familia, de seguro mis padres muertos, mi sobrino y mi hermano construyendo sus sueños con los suyos, yo sin hijos, por lo tanto, sin nietos, obviamente sin esposa viva a quien querer mis últimos días, ni esposa muerta a quién recordar en mis últimos suspiros. Me imaginé solo. Quizás dónde. También te imaginé a ti. Imaginé tu futura esposa, tu futura casa, tus futuros hijos y tus futuros nietos, imaginé tu futura vejez, te imaginé viejito y rodeado de nietos, te imaginé mañoso, te imaginé con pantuflas, te imaginé con una mata de menta en tu patio, te imaginé feliz, te imaginé viendo las hojas amarillas del otoño, te imaginé canoso, te imaginé tibiecito, te imaginé diciendo “mijo”, imaginé tu vejez sin mí. Mientras cortaba la menta a oscuras en la noche, en el patio de mi abuela y escuchando esa canción una y otra vez, te imaginé.
Yo una vez viví con mi abuela un año y medio y cuidé de ella y pienso que ojalá tus hijos y nietos no sean como los de mi abuela, ojalá nunca nadie te deje solo siendo viejito, y si así fuera, de seguro que en el solitario lugar en que yo me encuentre cuando sea anciano habrá espacio y una mata de menta para dos viejitos. Yo te cuido.
Escuchando la canción cogí la menta y me fui. Te quiero.
• ¡Era usté mijo! Me senté para ver quién era
• Sí bueli, soy yo. ¿Está sola?
• Sí
• ¿Nadie la ha venido a ver?
• No
• ¿Nadie se va a quedar con usted esta noche?
• Su mami dijo que usté se iba a quedar, pero que si no podía ella se venía a quedar conmigo
• Pucha bueli, yo no puedo. Vine a buscar un poco de menta y me voy
• Ah…
• ¿Mi tío Juan no se ha venido a quedar?
• No. Ya ni viene. Viene cada quince días
• ¿Y mi tío Roberto?
• ¡Pfff! Ese menos. Dice que llega cansado del trabajo, que no tiene tiempo…
• Ah…, bueno bueli, ya me voy. Buenas noches
• Buenas noches mijo
Me puse los audífonos y puse esa misma canción una y otra vez y me dirigí a cortar la menta y mientras lo hacía pensaba que mi abuela está vieja, no se puede valer por sí sola, pero tuvo un marido, hijos que la acompañaron por muchos años, tiene nietos que creo que la quieren, tiene a mi mamá que la cuida y vive con ella, ella tuvo familia. Pensaba en yo cuando viejo, sin familia, de seguro mis padres muertos, mi sobrino y mi hermano construyendo sus sueños con los suyos, yo sin hijos, por lo tanto, sin nietos, obviamente sin esposa viva a quien querer mis últimos días, ni esposa muerta a quién recordar en mis últimos suspiros. Me imaginé solo. Quizás dónde. También te imaginé a ti. Imaginé tu futura esposa, tu futura casa, tus futuros hijos y tus futuros nietos, imaginé tu futura vejez, te imaginé viejito y rodeado de nietos, te imaginé mañoso, te imaginé con pantuflas, te imaginé con una mata de menta en tu patio, te imaginé feliz, te imaginé viendo las hojas amarillas del otoño, te imaginé canoso, te imaginé tibiecito, te imaginé diciendo “mijo”, imaginé tu vejez sin mí. Mientras cortaba la menta a oscuras en la noche, en el patio de mi abuela y escuchando esa canción una y otra vez, te imaginé.
Yo una vez viví con mi abuela un año y medio y cuidé de ella y pienso que ojalá tus hijos y nietos no sean como los de mi abuela, ojalá nunca nadie te deje solo siendo viejito, y si así fuera, de seguro que en el solitario lugar en que yo me encuentre cuando sea anciano habrá espacio y una mata de menta para dos viejitos. Yo te cuido.
Escuchando la canción cogí la menta y me fui. Te quiero.
jueves, 6 de mayo de 2010
domingo, 25 de abril de 2010
El mall de La Florida
Yo nací en Santiago y siempre he vivido aquí. Sin embargo, existen muchos lugares de Santiago que sólo sé que existen por nombre. Una vez me metí a estudiar teatro y conocí a una persona que me llevó a un cumpleaños de una de sus amigas que también conocí al meterme a estudiar teatro. A estudiar teatro me metí a estudiar una vez. Esa persona me llevó a La Florida por primera vez. Y una noche caminábamos por La Florida y contemplábamos el Mall Florida Center mientras caminábamos. Era de noche y yo recién comenzaba a conocer a esa persona. Era de noche y caminábamos por fuera del mall de La Florida y cinco tipos se nos acercaron y nos asaltaron.
Para mí el mall de La Florida es nada más que ese asalto, esa noche, esa conversación que sosteníamos, esa nostalgia de un lugar donde se ve la cordillera muy alta y lejos, para mí el mall de La Florida es haber arrancado de esos asaltantes, es la casa de esa persona que me acompañaba, es haber estado en primero de universidad, es haber tenido veinte años, es haber llegado a su casa asustados, es haber conocido por primera vez su casa, su madre que asustada y desvelada nos esperaba, es haber recibido el beso de su madre diciéndome gracias “por ser el ángel guardián de su hija”, el mall de La Florida es haber recibido el regalo más grande que esa persona me dio; uno de sus libros favoritos, es haber comenzado a ser amigos, es haber conocido a sus gatos y perros, su patio, su sobrina, las habitaciones de sus familiares, su máquina de cera depilatoria, sus mil libros. Para mí el mall de La Florida es haber vuelto el próximo año para su cumpleaños, correr por el metro Vicuña Mackenna por ir atrasado, es haber llegado a segundo año de universidad, es haber visto crecer a esa persona, es atardecer, es clase media, es yo sintiéndome tibio, nostálgico, es haber sentido que estoy lejos, muy lejos de mi casa. Para mí el mall de La Florida es más que un paseo comercial, es sólo una calle más que me lleva a la casa de la Carlita, que ahora no es su casa. Ya no tengo razón alguna para volver al mall de La Florida, simplemente porque ese camino ya no me lleva al hogar de la persona que me acompañaba la primera vez en la vida que me asaltaban.
Para mí el mall de La Florida es nada más que ese asalto, esa noche, esa conversación que sosteníamos, esa nostalgia de un lugar donde se ve la cordillera muy alta y lejos, para mí el mall de La Florida es haber arrancado de esos asaltantes, es la casa de esa persona que me acompañaba, es haber estado en primero de universidad, es haber tenido veinte años, es haber llegado a su casa asustados, es haber conocido por primera vez su casa, su madre que asustada y desvelada nos esperaba, es haber recibido el beso de su madre diciéndome gracias “por ser el ángel guardián de su hija”, el mall de La Florida es haber recibido el regalo más grande que esa persona me dio; uno de sus libros favoritos, es haber comenzado a ser amigos, es haber conocido a sus gatos y perros, su patio, su sobrina, las habitaciones de sus familiares, su máquina de cera depilatoria, sus mil libros. Para mí el mall de La Florida es haber vuelto el próximo año para su cumpleaños, correr por el metro Vicuña Mackenna por ir atrasado, es haber llegado a segundo año de universidad, es haber visto crecer a esa persona, es atardecer, es clase media, es yo sintiéndome tibio, nostálgico, es haber sentido que estoy lejos, muy lejos de mi casa. Para mí el mall de La Florida es más que un paseo comercial, es sólo una calle más que me lleva a la casa de la Carlita, que ahora no es su casa. Ya no tengo razón alguna para volver al mall de La Florida, simplemente porque ese camino ya no me lleva al hogar de la persona que me acompañaba la primera vez en la vida que me asaltaban.
jueves, 25 de marzo de 2010
Carrete Solidario
Después de salir de su cama y tener un rico sexo le dije que lo tenía que dejar, que el bus en la parroquia me estaba esperando. ¿Para qué?- me preguntó. Los “carretes solidarios”- le respondí. Y con una mueca de burla me dijo “qué buen niño eres”.
Ya en el bus me di cuenta que no usé condón. Me angustié. Y más me angustié cuando me vino a mi cabeza la idea de que como traductor de alemán, lengua que me costaba mucho, iba a terminar como mendigo en la calle. Los “carretes solidarios” consistían en salir todos los viernes a Estación Mapocho y darles alguna colación a los mendigos que allí se encontraban. ¿Por qué “carrete solidario”?, porque la buena acción se hacía un viernes en la noche.
Cuando le entregué el pan y el café al último mendigo que vi, éste me respondió con un “dankeschôn” que quiere decir “muchas gracias”. Hablamos largo rato, en realidad él hablaba y yo escuchaba. Habló todo el tiempo en alemán, dejó su tierra para venirse a Chile. No sé cómo terminó viviendo en la calle. Me deprimió la idea de que él acá en Chile puede ganar mucho dinero con el solo hecho de saber alemán. Me sonó el celular, “te estoy esperando con la cama calentita” me dijo mi primo a través del teléfono. Era viernes y hacía frío en Santiago.
Ya en el bus me di cuenta que no usé condón. Me angustié. Y más me angustié cuando me vino a mi cabeza la idea de que como traductor de alemán, lengua que me costaba mucho, iba a terminar como mendigo en la calle. Los “carretes solidarios” consistían en salir todos los viernes a Estación Mapocho y darles alguna colación a los mendigos que allí se encontraban. ¿Por qué “carrete solidario”?, porque la buena acción se hacía un viernes en la noche.
Cuando le entregué el pan y el café al último mendigo que vi, éste me respondió con un “dankeschôn” que quiere decir “muchas gracias”. Hablamos largo rato, en realidad él hablaba y yo escuchaba. Habló todo el tiempo en alemán, dejó su tierra para venirse a Chile. No sé cómo terminó viviendo en la calle. Me deprimió la idea de que él acá en Chile puede ganar mucho dinero con el solo hecho de saber alemán. Me sonó el celular, “te estoy esperando con la cama calentita” me dijo mi primo a través del teléfono. Era viernes y hacía frío en Santiago.
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