miércoles, 20 de enero de 2010

Pienso 3 y final.

Despierto y lo primero que siento es que tengo la boca seca y tengo mal aliento. Pienso. Todos los días es igual. Pienso. Salto de la cama para no atrasarme. Me encanta llegar antes de la hora fijada, no tengo idea por qué. Solo lo asumí. Nunca me lo cuestioné ni nació de mí, solo lo asumí. Pienso. Soy responsable. Trato de no comer pan al desayuno. Estoy engordando. Miro la cocina. Le preparo el desayuno a todos. Al marido, al hijo chico, al nieto y al hijo grande; el más ediondo. Les preparo el desayuno sin cuestionármelo. Pienso. Mejor me voy al trabajo. Comí pan igual. Paro de pensar, puedo hacerlo, soy buena en no pensar. Llego al departamento. Mientras introdusco la llave que abre la puerta vuelvo a pensar. Yo quería ser bailarina de ballet, carabinera, pero nunca mi madre me apoyó. Pienso. Ya no siento ni la rabia. Tengo el derecho a patalear y mandar todo a la mierda ahora mismo, todo y a todos, incluyendo al marido, al nieto, al hijo chico, al hijo grande, a la madre que aún vive, al querer ser bailarina y carabinera, a la vecina, a mi guata, a mi trabajo, a estas mismas llaves, al patrón, a la patrona y al hijo que les crié. Pienso. Pero pa' qué. Ya fue ya. ¿Qué saco?. Estoy acosumbradita y responsable. Podría dejar de abrir la puerta y devolverme a mi casa. Eso podría hacer. ¿Pero pa' qué? ¿Qué saco? Ya fue ya. Abro la puerta y entro. Saludo a Juanjito que parece que se viene recién levantando, está todo chascón y anda con un short, un traje de baño. Tiene la carita hinchada de sueñito. Tiene la boca seca de saliva. Pasa cerca mío y le siento el aliento. Él no está gordo y come pan. Es guapo el chiquillo. Pienso. Domésticamente pienso y en el instante que respiro su aliento le digo que le voy a preparar el desayuno. La carita hinchada me responde que "ok". En la cocina haciendo el desayuno estaba apunto de ponerme a pensar y un sonido como un balazo, pero sin eco, un sonido seco, me saca de mi misma. Salgo al living, nada. Baño, nada. Dormitorio patrones, nada. Pienso. Balcón. Miro hacia abajo y ahí estaba Juanjito, el hijo que no era mío. Tirado en el suelo boca arriba. Quieto. Con un chorro de sangre que le salía de la cabeza. Pienso. Cayó del balcón. Pienso. Y me da terror el suponer que fue un accidente, que se cayó y que murió sin saber que iba a morir, sin preparase, sin un previo adiós ni despedida, morir sin saber que morirás debe ser terrible. Pienso. Ojalá haya saltado bajo su propia voluntad. Pienso y eso me tranquilisa. Pienso. ¿Qué le digo al patrón? ¿qué le digo a la patrona? ¿qué hago con el desayuno? Pienso. Sonrio. Pienso. Y pienso en la única cosa que sí nació de mí. Pienso en la única vez que fui irresponsable. Pienso en mi amante que ya no sé que fue de él. Pienso. Sonrio. Pienso que el único que lo sabía era el Juanjito y se llevó el secreto a la tumba. Pienso en todo lo que he pensado en un par de segundos viendo a un joven muerto. Miro hacia el piso de arriba y un joven también mira al Juanjito. Pienso. ¿Qué estará pensando aquel testigo? ¿alguien más habrá visto esta muerte? ¿alguién más habrá sentido el ruido seco del golpe en el suelo? ¿alguien más estará pensando tanto como yo en este instante? Pienso. ¿Cuánto dura un instante en verdad? ¿cuántas cosas suceden en un instante? ¿todos los instantes serán importantes, o solo el mío? ¿la muerte del Juanjito sirvió para que yo tenga un instante? Pienso. Pienso en ser bailarina, en ser carabinera. Sonrio. Pienso en la única vez que fui irresponsable. Pienso. Pienso en su aliento. Pienso en que una madre acaba de perder a un hijo. Pienso. Y pienso que lo único que quiero en este instante eterno que me regalaron es abrazarte y no estás.

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