domingo, 31 de enero de 2010

Correr de conciencia

Me arden los pies. Harto. Siempre pienso que algún día de estos las venas de mis piernas se reventarán. Me imagino el dolor, siempre me imagino el dolor de que se te revienten las venas de las piernas, deben ser como puntadas. Mis piernas se pondrían moradas, como calcetines de sangre. Es que tengo várices. ¿Várices es con “b” o con “v”? No me acuerdo. Debe ser con “v” por “venas”, ¿o no? Perdí el hilo. Me acaba de llamar mi prima al celular, es que hoy me voy a la playa con ella unos días. Eso. Me duelen los pies. Las várices las heredé de mi madre y ésta de su madre. Problemas como estos siempre alguien en la familia los hereda. No solo heredé las várices de mi madre, también la alergia a la primavera, también problemas para ir al baño. Heredé todas las pifias de mi madre que ésta heredó de la suya. Mi hermano en cambio, tiene el cuerpo de mi padre. Yo heredé todo lo malo de los Hintuya (familia de mi madre), pero parece que heredé todo lo bueno de los Espinoza. Me parece que tengo el corazón de mi padre. Eso me alegra. Hoy tengo sueño. Anoche me volví a acostar tarde porque estaba esperándolo. Lo he hecho todos estos días. Tengo sueño acumulado y eso me aumenta mi malestar en los pies al andar. Hoy me desperté temprano porque tenía que ir a la casa de mi abuela materna a darle desayuno. Llegué a su casa y ya le habían dado desayuno. Le pregunté rutinariamente a mi abuela cómo estaba y en vez de responderme “bien” me sorprendió porque se quedó callada un rato y me dijo “que no tan bien”, que le cuesta andar. Pienso que quizás estos son los últimos días de mi abuela. Mi mamá me llama al celular para darme instrucciones sobre el almuerzo y le comento lo de mi abuelita. Mi mamá me dice que una de sus piernas ya no está respondiendo. Se está muriendo. Miro las piernas de mi abuela y están todas moreteadas por várices mal tratadas. Todavía me arden los pies y más tarde me voy a la playa.

Este fue un correr de conciencia. Ejercicio que consta en plasmar sin parar ni planear lo que estás pensando en ese minuto hasta que paras de escribir. ¿Te das cuenta que siempre estás presente?
Esto fue escrito el 20 de enero del 2010 en el taller literario LA NÁUSEA DEL PUEBLO

domingo, 24 de enero de 2010

Niña pálida

Siempre me llama la anteción la gente triste. Melancólica. Triste, pero de verdad. La gente alegre, la alegría es más simple, hasta tonta, es menos compleja. En cambio la tristeza demanda un estado interno fuerte, un ocio que reflexiona a cada segundo del día: en el desayuno, en el almuerzo, en el baño, mientras te comes las uñas; estás triste y no paras de reflexionar. Así fue como hoy me fijé en ella. En la playa, jugando ese estupido jueguito playero de esperar la ola y arrancar con pasitos cortos para que no te moje lo que queda de ola. Es un jueguito, que confiezo me hace reir, risitas de niño y me alegra. Yo de veinticuatro años jugando a eso. Estaba feliz. Miro hacia el lado derecho y allí estaba un niña de aproximadamente 10 años, blanca, pelo castaño claro, crespo tomado en una trenza y un joke, ojos claros y felices, pero de esa felicidad pura, esos ojos que son como cuando miras el agua, como sin fondo aparente. Ojos totalmente entregados al simple momento de jugar ese estúpido jueguito de arrancar de la ola. La niña blanca era tan melancólica, delgada, blanca e inocente. Ella miraba tan fijamente hacia el mar por segundos prolongados y lo disfrutaba tanto que por unos instantes pensé que ella debía padecer alguna deficencia que le permitía ser absolutamente inocente y pura. Pensé. Harto rato. Quise ser como ella, por un segundo pensé que ella sentía lo que estaba pensando. El mar me alegra, me sentí feliz esos momentos viendo a la niña blanca y etérea disfrutando del mar, mirándolo fijo y de arrancar de las olitas. Fui feliz yo también. Es en estos momentos cuando te recuerdo y trato y logro de incertarte en mis recuerdos y momentillos de felicidad como este, darte la mano y arrancar juntos de las olas y jugar este jueguillo estupido. Si tan solo pudieramos ser como ella, ella que disfrutaba de mirar con la mirada perdida a la mar, de saltar las olitas en ese jueguito estúpido, de tener esa felicidad que se veía en sus ojos, esa felicidad estúpida y de mirada ida, felicidad inocente y que nadie tiene derecho alguno de enjuiciar; felicidad de niña flaca, pálida, ojos claros y profundos como cuando uno mira el fondo de un lago. Qué felicidad. Siempre he pensado que la felicidad es livianita, poco profunda y hasta estúpida y que la tristeza es profunda y con contenido. Hoy vi a esta niña tan feliz con tan poco y me dieron ganas de correr a busacarte al sur y traerte a la playa y decirte: "Mira...esa es la niña de la felicidad estúpida que tanto me hace falta y que quiero compartir contigo.¿Te gustaría?¿qué me dices?..." Llega una ola y me moja los pies. Te miro, tus ojos que tú sabes que tanto me gustan...¿te gustaría?¿qué me dices?...


miércoles, 20 de enero de 2010

Pienso 3 y final.

Despierto y lo primero que siento es que tengo la boca seca y tengo mal aliento. Pienso. Todos los días es igual. Pienso. Salto de la cama para no atrasarme. Me encanta llegar antes de la hora fijada, no tengo idea por qué. Solo lo asumí. Nunca me lo cuestioné ni nació de mí, solo lo asumí. Pienso. Soy responsable. Trato de no comer pan al desayuno. Estoy engordando. Miro la cocina. Le preparo el desayuno a todos. Al marido, al hijo chico, al nieto y al hijo grande; el más ediondo. Les preparo el desayuno sin cuestionármelo. Pienso. Mejor me voy al trabajo. Comí pan igual. Paro de pensar, puedo hacerlo, soy buena en no pensar. Llego al departamento. Mientras introdusco la llave que abre la puerta vuelvo a pensar. Yo quería ser bailarina de ballet, carabinera, pero nunca mi madre me apoyó. Pienso. Ya no siento ni la rabia. Tengo el derecho a patalear y mandar todo a la mierda ahora mismo, todo y a todos, incluyendo al marido, al nieto, al hijo chico, al hijo grande, a la madre que aún vive, al querer ser bailarina y carabinera, a la vecina, a mi guata, a mi trabajo, a estas mismas llaves, al patrón, a la patrona y al hijo que les crié. Pienso. Pero pa' qué. Ya fue ya. ¿Qué saco?. Estoy acosumbradita y responsable. Podría dejar de abrir la puerta y devolverme a mi casa. Eso podría hacer. ¿Pero pa' qué? ¿Qué saco? Ya fue ya. Abro la puerta y entro. Saludo a Juanjito que parece que se viene recién levantando, está todo chascón y anda con un short, un traje de baño. Tiene la carita hinchada de sueñito. Tiene la boca seca de saliva. Pasa cerca mío y le siento el aliento. Él no está gordo y come pan. Es guapo el chiquillo. Pienso. Domésticamente pienso y en el instante que respiro su aliento le digo que le voy a preparar el desayuno. La carita hinchada me responde que "ok". En la cocina haciendo el desayuno estaba apunto de ponerme a pensar y un sonido como un balazo, pero sin eco, un sonido seco, me saca de mi misma. Salgo al living, nada. Baño, nada. Dormitorio patrones, nada. Pienso. Balcón. Miro hacia abajo y ahí estaba Juanjito, el hijo que no era mío. Tirado en el suelo boca arriba. Quieto. Con un chorro de sangre que le salía de la cabeza. Pienso. Cayó del balcón. Pienso. Y me da terror el suponer que fue un accidente, que se cayó y que murió sin saber que iba a morir, sin preparase, sin un previo adiós ni despedida, morir sin saber que morirás debe ser terrible. Pienso. Ojalá haya saltado bajo su propia voluntad. Pienso y eso me tranquilisa. Pienso. ¿Qué le digo al patrón? ¿qué le digo a la patrona? ¿qué hago con el desayuno? Pienso. Sonrio. Pienso. Y pienso en la única cosa que sí nació de mí. Pienso en la única vez que fui irresponsable. Pienso en mi amante que ya no sé que fue de él. Pienso. Sonrio. Pienso que el único que lo sabía era el Juanjito y se llevó el secreto a la tumba. Pienso en todo lo que he pensado en un par de segundos viendo a un joven muerto. Miro hacia el piso de arriba y un joven también mira al Juanjito. Pienso. ¿Qué estará pensando aquel testigo? ¿alguien más habrá visto esta muerte? ¿alguién más habrá sentido el ruido seco del golpe en el suelo? ¿alguien más estará pensando tanto como yo en este instante? Pienso. ¿Cuánto dura un instante en verdad? ¿cuántas cosas suceden en un instante? ¿todos los instantes serán importantes, o solo el mío? ¿la muerte del Juanjito sirvió para que yo tenga un instante? Pienso. Pienso en ser bailarina, en ser carabinera. Sonrio. Pienso en la única vez que fui irresponsable. Pienso. Pienso en su aliento. Pienso en que una madre acaba de perder a un hijo. Pienso. Y pienso que lo único que quiero en este instante eterno que me regalaron es abrazarte y no estás.

viernes, 8 de enero de 2010

Pienso 2

Escuché que llegó a almorzar. Pienso. Sutil, pero urgentemente me encerré en mi pieza. Pienso. Tomé el libro de José Donoso que me compré. Comienzo a leer y pienso. Escucho que todos comenzaron a almorzar y en mi encierro comienzo a leer. Pienso. Leo. En realidad, hago que leo. Primera vez que leo a Donoso, su temática sobre el fracaso me atrae, es complicado de leer. Tengo miedo, no sé qué va a pasar. No puedo parar de pensar. No me di cuenta y estaba parado en mi ventana mirándome y su "hola" me sacó de los abismos de mi mismo. No pude pensar. Se notaba cansado y le pregunté por qué. "Maneatar a los animales no es tarea fácil. Estoy aporreado" me dijo. Silencio. Pienso. Se despidió y me dejó un billete de diez mil pesos. No nos deseamos el "feliz año nuevo" que teníamos pendiente. Pienso. Quiero llorar, pero no. Pienso. Y salgo con Donoso bajo el brazo, lo ojeo mientras camino por la vereda. Me detuve a pensar y frenté a mí se cruzó un instante que duró casi una eternidad. Un joven caía desde su balcón en dirección al suelo. Pienso. Mientras cae pienso. Pienso en que a pesar de sus sesenta años de edad y dos semanas sin hablarnos tuvo la valentía de acercarse y ser él el primero en hablar y más ensima dejarme diez mil pesos. Pienso. El cuerpo al fin golpea el suelo. Pienso y una madre acaba de perder a su hijo. Pienso. Pienso que se me quedó la plata para cargar el pase escolar. Pienso. Pienso que Donoso será complicado de leer. Tengo miedo. Pienso. Y pienso que lo único que quiero es abrazarte y no estás.

martes, 5 de enero de 2010

Pienso 1

Acabo de apagar la tele. Son las 2:30 am. Mirando la ciudad por el balcón pienso en mi padre y su soledad. Pienso en el que estoy queriendo y está lejos. Pienso en mí y en mi futuro. Pienso en este año 2010 que comienza. Supuestamente soy maduro y profesional. Debo confesar señores que siento miedo. Todo me es incierto. Pienso. Son las 2.30 am. Recién apagué la tele. Pienso y miro la ciudad. Pienso. A la mañana siguiente un miedo me despierta. Pienso. Salgo a mirar por el balcón y un chico se acaba de quitar la vida. Pienso y una madre acaba de perder a su hijo. Pienso y todo me es incierto. Pienso. Y pienso que lo único que quiero es abrazarte y no estás.