viernes, 31 de diciembre de 2010

El último día

Hoy es el último día. Siento hambre. Anoche comí pizza, hace muchísimo tiempo que no lo hacía. Gracias hermano. Tengo hambre, me suenan las tripas, se me hace mal aliento del hambre que siento, tengo el estómago vacío, pero no le daré de comer, anoche comió mucho, aunque grite y grite de hambre no le daré de comer. Esto ayudará a que mi estómago desaparezca, se hunda y las caderas emerjan. Creo que esta imagen lo atraería, como si mis caderas asomadas y mi estómago vacío emitieran un olor que lo atraería, a él. No voy a comer. Estómago vacío, caderas asomadas. Me duelen las piernas, como si no hubiese descansado nada. Cuando voy caminando me ha pasado que paro en sexo…perdón quise decir “en seco”, es que la “x” está al lado de la “c”. Cuando voy caminando me ha pasado que paro en seco, pronuncio mi nombre y siento que me es ajeno, como una palabra que acabo de inventar en el instante, “¿ese es mi nombre?” me digo. Sigo. Cuadra, calle, cuadra, calle, cuadra, calle, cuadra, calle, ¿hasta cuándo sigue esto así?, no sé qué me pasa ya no le encuentro sentido a la forma de la ciudad. Me duelen las piernas y mucho. Me gustaría yo mismo meterme las manos dentro de mis piernas y sacar yo mismo esas venas malas. Venas heredadas. Corazón de mi padre. Nombre ajeno. ¿Quién chucha soy? Estas son mis últimas palabras, más encima pensadas, porque ¿a quién se las voy a decir? Hay que aceptar que uno existe para otro. Cuando lo logre descubrir o quizás cuando vuelva a mí, me voy a morir de amor. Estas son mis últimas palabras, más encima pensadas, porque ¿a quién se las voy a decir? Hoy es mi último día…del año 2010.

miércoles, 16 de junio de 2010

Celebremos el cumpleaño de nuestra soledad

A casi ya un año me pregunto cuándo vendrás.
"Vendrá para el cumpleaño de nuestra soledad"

Qué manera más tierna y hermosa de decir que no te tengo
y que la distancia y la soledad nos separa hace ya casi un año.
Qué manera más tierna y hermosa de decir que la vida
aún no me quiere dar la oportunidad y qué lindo sería
poder verte para el cumpleaño de nuestro primer encuentro.













domingo, 9 de mayo de 2010

A modo de desahogo

Anoche estaba agotado. Ya eran las 22.30 pm del viernes 7 de mayo e iba en la micro escuchando esa canción una y otra vez, una y otra vez. Me dirigía hacia la casa de mi abuela a cortar un poco de menta del patio para preparar unos mojitos. Me bajo de la micro y camino por el pasaje en dirección a la casa de mi abuela. Sigo escuchando esa canción una y otra vez, una y otra vez. Entro a la casa y está todo oscuro, prendo la luz del living-comedor, nadie. Reviso la que era mi pieza, nadie. Reviso la siguiente pieza, nadie. Reviso la pieza de mi abuela y ahí está ella, durmiendo. Trato de no hacer ruido mientras voy al baño para no despertarla. Me di cuenta que esa noche mi abuela estaba sola. Iba a pasar la noche sola en su casa, sola en su pieza. En verdad mi abuela está sola. Cuando me disponía a retirarme de la casa, siento que mi abuela me habla desde su pieza. Ella en realidad, me había sentido llegar desde que abrí la reja de la casa, pero se demoró en sentarse en su cama y hablarme. Mi abuela estuvo muy enferma y sus secuelas la tienen mal. La cosa es que hizo todo el esfuerzo para sentarse en la cama y decirme:
• ¡Era usté mijo! Me senté para ver quién era
• Sí bueli, soy yo. ¿Está sola?
• Sí
• ¿Nadie la ha venido a ver?
• No
• ¿Nadie se va a quedar con usted esta noche?
• Su mami dijo que usté se iba a quedar, pero que si no podía ella se venía a quedar conmigo
• Pucha bueli, yo no puedo. Vine a buscar un poco de menta y me voy
• Ah…
• ¿Mi tío Juan no se ha venido a quedar?
• No. Ya ni viene. Viene cada quince días
• ¿Y mi tío Roberto?
• ¡Pfff! Ese menos. Dice que llega cansado del trabajo, que no tiene tiempo…
• Ah…, bueno bueli, ya me voy. Buenas noches
• Buenas noches mijo

Me puse los audífonos y puse esa misma canción una y otra vez y me dirigí a cortar la menta y mientras lo hacía pensaba que mi abuela está vieja, no se puede valer por sí sola, pero tuvo un marido, hijos que la acompañaron por muchos años, tiene nietos que creo que la quieren, tiene a mi mamá que la cuida y vive con ella, ella tuvo familia. Pensaba en yo cuando viejo, sin familia, de seguro mis padres muertos, mi sobrino y mi hermano construyendo sus sueños con los suyos, yo sin hijos, por lo tanto, sin nietos, obviamente sin esposa viva a quien querer mis últimos días, ni esposa muerta a quién recordar en mis últimos suspiros. Me imaginé solo. Quizás dónde. También te imaginé a ti. Imaginé tu futura esposa, tu futura casa, tus futuros hijos y tus futuros nietos, imaginé tu futura vejez, te imaginé viejito y rodeado de nietos, te imaginé mañoso, te imaginé con pantuflas, te imaginé con una mata de menta en tu patio, te imaginé feliz, te imaginé viendo las hojas amarillas del otoño, te imaginé canoso, te imaginé tibiecito, te imaginé diciendo “mijo”, imaginé tu vejez sin mí. Mientras cortaba la menta a oscuras en la noche, en el patio de mi abuela y escuchando esa canción una y otra vez, te imaginé.
Yo una vez viví con mi abuela un año y medio y cuidé de ella y pienso que ojalá tus hijos y nietos no sean como los de mi abuela, ojalá nunca nadie te deje solo siendo viejito, y si así fuera, de seguro que en el solitario lugar en que yo me encuentre cuando sea anciano habrá espacio y una mata de menta para dos viejitos. Yo te cuido.
Escuchando la canción cogí la menta y me fui. Te quiero.

jueves, 6 de mayo de 2010

I tell you what...





Sometimes......... i miss you so bad i can hardly stand it...

domingo, 25 de abril de 2010

El mall de La Florida

Yo nací en Santiago y siempre he vivido aquí. Sin embargo, existen muchos lugares de Santiago que sólo sé que existen por nombre. Una vez me metí a estudiar teatro y conocí a una persona que me llevó a un cumpleaños de una de sus amigas que también conocí al meterme a estudiar teatro. A estudiar teatro me metí a estudiar una vez. Esa persona me llevó a La Florida por primera vez. Y una noche caminábamos por La Florida y contemplábamos el Mall Florida Center mientras caminábamos. Era de noche y yo recién comenzaba a conocer a esa persona. Era de noche y caminábamos por fuera del mall de La Florida y cinco tipos se nos acercaron y nos asaltaron.
Para mí el mall de La Florida es nada más que ese asalto, esa noche, esa conversación que sosteníamos, esa nostalgia de un lugar donde se ve la cordillera muy alta y lejos, para mí el mall de La Florida es haber arrancado de esos asaltantes, es la casa de esa persona que me acompañaba, es haber estado en primero de universidad, es haber tenido veinte años, es haber llegado a su casa asustados, es haber conocido por primera vez su casa, su madre que asustada y desvelada nos esperaba, es haber recibido el beso de su madre diciéndome gracias “por ser el ángel guardián de su hija”, el mall de La Florida es haber recibido el regalo más grande que esa persona me dio; uno de sus libros favoritos, es haber comenzado a ser amigos, es haber conocido a sus gatos y perros, su patio, su sobrina, las habitaciones de sus familiares, su máquina de cera depilatoria, sus mil libros. Para mí el mall de La Florida es haber vuelto el próximo año para su cumpleaños, correr por el metro Vicuña Mackenna por ir atrasado, es haber llegado a segundo año de universidad, es haber visto crecer a esa persona, es atardecer, es clase media, es yo sintiéndome tibio, nostálgico, es haber sentido que estoy lejos, muy lejos de mi casa. Para mí el mall de La Florida es más que un paseo comercial, es sólo una calle más que me lleva a la casa de la Carlita, que ahora no es su casa. Ya no tengo razón alguna para volver al mall de La Florida, simplemente porque ese camino ya no me lleva al hogar de la persona que me acompañaba la primera vez en la vida que me asaltaban.

jueves, 25 de marzo de 2010

Carrete Solidario

Después de salir de su cama y tener un rico sexo le dije que lo tenía que dejar, que el bus en la parroquia me estaba esperando. ¿Para qué?- me preguntó. Los “carretes solidarios”- le respondí. Y con una mueca de burla me dijo “qué buen niño eres”.
Ya en el bus me di cuenta que no usé condón. Me angustié. Y más me angustié cuando me vino a mi cabeza la idea de que como traductor de alemán, lengua que me costaba mucho, iba a terminar como mendigo en la calle. Los “carretes solidarios” consistían en salir todos los viernes a Estación Mapocho y darles alguna colación a los mendigos que allí se encontraban. ¿Por qué “carrete solidario”?, porque la buena acción se hacía un viernes en la noche.
Cuando le entregué el pan y el café al último mendigo que vi, éste me respondió con un “dankeschôn” que quiere decir “muchas gracias”. Hablamos largo rato, en realidad él hablaba y yo escuchaba. Habló todo el tiempo en alemán, dejó su tierra para venirse a Chile. No sé cómo terminó viviendo en la calle. Me deprimió la idea de que él acá en Chile puede ganar mucho dinero con el solo hecho de saber alemán. Me sonó el celular, “te estoy esperando con la cama calentita” me dijo mi primo a través del teléfono. Era viernes y hacía frío en Santiago.

domingo, 31 de enero de 2010

Correr de conciencia

Me arden los pies. Harto. Siempre pienso que algún día de estos las venas de mis piernas se reventarán. Me imagino el dolor, siempre me imagino el dolor de que se te revienten las venas de las piernas, deben ser como puntadas. Mis piernas se pondrían moradas, como calcetines de sangre. Es que tengo várices. ¿Várices es con “b” o con “v”? No me acuerdo. Debe ser con “v” por “venas”, ¿o no? Perdí el hilo. Me acaba de llamar mi prima al celular, es que hoy me voy a la playa con ella unos días. Eso. Me duelen los pies. Las várices las heredé de mi madre y ésta de su madre. Problemas como estos siempre alguien en la familia los hereda. No solo heredé las várices de mi madre, también la alergia a la primavera, también problemas para ir al baño. Heredé todas las pifias de mi madre que ésta heredó de la suya. Mi hermano en cambio, tiene el cuerpo de mi padre. Yo heredé todo lo malo de los Hintuya (familia de mi madre), pero parece que heredé todo lo bueno de los Espinoza. Me parece que tengo el corazón de mi padre. Eso me alegra. Hoy tengo sueño. Anoche me volví a acostar tarde porque estaba esperándolo. Lo he hecho todos estos días. Tengo sueño acumulado y eso me aumenta mi malestar en los pies al andar. Hoy me desperté temprano porque tenía que ir a la casa de mi abuela materna a darle desayuno. Llegué a su casa y ya le habían dado desayuno. Le pregunté rutinariamente a mi abuela cómo estaba y en vez de responderme “bien” me sorprendió porque se quedó callada un rato y me dijo “que no tan bien”, que le cuesta andar. Pienso que quizás estos son los últimos días de mi abuela. Mi mamá me llama al celular para darme instrucciones sobre el almuerzo y le comento lo de mi abuelita. Mi mamá me dice que una de sus piernas ya no está respondiendo. Se está muriendo. Miro las piernas de mi abuela y están todas moreteadas por várices mal tratadas. Todavía me arden los pies y más tarde me voy a la playa.

Este fue un correr de conciencia. Ejercicio que consta en plasmar sin parar ni planear lo que estás pensando en ese minuto hasta que paras de escribir. ¿Te das cuenta que siempre estás presente?
Esto fue escrito el 20 de enero del 2010 en el taller literario LA NÁUSEA DEL PUEBLO

domingo, 24 de enero de 2010

Niña pálida

Siempre me llama la anteción la gente triste. Melancólica. Triste, pero de verdad. La gente alegre, la alegría es más simple, hasta tonta, es menos compleja. En cambio la tristeza demanda un estado interno fuerte, un ocio que reflexiona a cada segundo del día: en el desayuno, en el almuerzo, en el baño, mientras te comes las uñas; estás triste y no paras de reflexionar. Así fue como hoy me fijé en ella. En la playa, jugando ese estupido jueguito playero de esperar la ola y arrancar con pasitos cortos para que no te moje lo que queda de ola. Es un jueguito, que confiezo me hace reir, risitas de niño y me alegra. Yo de veinticuatro años jugando a eso. Estaba feliz. Miro hacia el lado derecho y allí estaba un niña de aproximadamente 10 años, blanca, pelo castaño claro, crespo tomado en una trenza y un joke, ojos claros y felices, pero de esa felicidad pura, esos ojos que son como cuando miras el agua, como sin fondo aparente. Ojos totalmente entregados al simple momento de jugar ese estúpido jueguito de arrancar de la ola. La niña blanca era tan melancólica, delgada, blanca e inocente. Ella miraba tan fijamente hacia el mar por segundos prolongados y lo disfrutaba tanto que por unos instantes pensé que ella debía padecer alguna deficencia que le permitía ser absolutamente inocente y pura. Pensé. Harto rato. Quise ser como ella, por un segundo pensé que ella sentía lo que estaba pensando. El mar me alegra, me sentí feliz esos momentos viendo a la niña blanca y etérea disfrutando del mar, mirándolo fijo y de arrancar de las olitas. Fui feliz yo también. Es en estos momentos cuando te recuerdo y trato y logro de incertarte en mis recuerdos y momentillos de felicidad como este, darte la mano y arrancar juntos de las olas y jugar este jueguillo estupido. Si tan solo pudieramos ser como ella, ella que disfrutaba de mirar con la mirada perdida a la mar, de saltar las olitas en ese jueguito estúpido, de tener esa felicidad que se veía en sus ojos, esa felicidad estúpida y de mirada ida, felicidad inocente y que nadie tiene derecho alguno de enjuiciar; felicidad de niña flaca, pálida, ojos claros y profundos como cuando uno mira el fondo de un lago. Qué felicidad. Siempre he pensado que la felicidad es livianita, poco profunda y hasta estúpida y que la tristeza es profunda y con contenido. Hoy vi a esta niña tan feliz con tan poco y me dieron ganas de correr a busacarte al sur y traerte a la playa y decirte: "Mira...esa es la niña de la felicidad estúpida que tanto me hace falta y que quiero compartir contigo.¿Te gustaría?¿qué me dices?..." Llega una ola y me moja los pies. Te miro, tus ojos que tú sabes que tanto me gustan...¿te gustaría?¿qué me dices?...


miércoles, 20 de enero de 2010

Pienso 3 y final.

Despierto y lo primero que siento es que tengo la boca seca y tengo mal aliento. Pienso. Todos los días es igual. Pienso. Salto de la cama para no atrasarme. Me encanta llegar antes de la hora fijada, no tengo idea por qué. Solo lo asumí. Nunca me lo cuestioné ni nació de mí, solo lo asumí. Pienso. Soy responsable. Trato de no comer pan al desayuno. Estoy engordando. Miro la cocina. Le preparo el desayuno a todos. Al marido, al hijo chico, al nieto y al hijo grande; el más ediondo. Les preparo el desayuno sin cuestionármelo. Pienso. Mejor me voy al trabajo. Comí pan igual. Paro de pensar, puedo hacerlo, soy buena en no pensar. Llego al departamento. Mientras introdusco la llave que abre la puerta vuelvo a pensar. Yo quería ser bailarina de ballet, carabinera, pero nunca mi madre me apoyó. Pienso. Ya no siento ni la rabia. Tengo el derecho a patalear y mandar todo a la mierda ahora mismo, todo y a todos, incluyendo al marido, al nieto, al hijo chico, al hijo grande, a la madre que aún vive, al querer ser bailarina y carabinera, a la vecina, a mi guata, a mi trabajo, a estas mismas llaves, al patrón, a la patrona y al hijo que les crié. Pienso. Pero pa' qué. Ya fue ya. ¿Qué saco?. Estoy acosumbradita y responsable. Podría dejar de abrir la puerta y devolverme a mi casa. Eso podría hacer. ¿Pero pa' qué? ¿Qué saco? Ya fue ya. Abro la puerta y entro. Saludo a Juanjito que parece que se viene recién levantando, está todo chascón y anda con un short, un traje de baño. Tiene la carita hinchada de sueñito. Tiene la boca seca de saliva. Pasa cerca mío y le siento el aliento. Él no está gordo y come pan. Es guapo el chiquillo. Pienso. Domésticamente pienso y en el instante que respiro su aliento le digo que le voy a preparar el desayuno. La carita hinchada me responde que "ok". En la cocina haciendo el desayuno estaba apunto de ponerme a pensar y un sonido como un balazo, pero sin eco, un sonido seco, me saca de mi misma. Salgo al living, nada. Baño, nada. Dormitorio patrones, nada. Pienso. Balcón. Miro hacia abajo y ahí estaba Juanjito, el hijo que no era mío. Tirado en el suelo boca arriba. Quieto. Con un chorro de sangre que le salía de la cabeza. Pienso. Cayó del balcón. Pienso. Y me da terror el suponer que fue un accidente, que se cayó y que murió sin saber que iba a morir, sin preparase, sin un previo adiós ni despedida, morir sin saber que morirás debe ser terrible. Pienso. Ojalá haya saltado bajo su propia voluntad. Pienso y eso me tranquilisa. Pienso. ¿Qué le digo al patrón? ¿qué le digo a la patrona? ¿qué hago con el desayuno? Pienso. Sonrio. Pienso. Y pienso en la única cosa que sí nació de mí. Pienso en la única vez que fui irresponsable. Pienso en mi amante que ya no sé que fue de él. Pienso. Sonrio. Pienso que el único que lo sabía era el Juanjito y se llevó el secreto a la tumba. Pienso en todo lo que he pensado en un par de segundos viendo a un joven muerto. Miro hacia el piso de arriba y un joven también mira al Juanjito. Pienso. ¿Qué estará pensando aquel testigo? ¿alguien más habrá visto esta muerte? ¿alguién más habrá sentido el ruido seco del golpe en el suelo? ¿alguien más estará pensando tanto como yo en este instante? Pienso. ¿Cuánto dura un instante en verdad? ¿cuántas cosas suceden en un instante? ¿todos los instantes serán importantes, o solo el mío? ¿la muerte del Juanjito sirvió para que yo tenga un instante? Pienso. Pienso en ser bailarina, en ser carabinera. Sonrio. Pienso en la única vez que fui irresponsable. Pienso. Pienso en su aliento. Pienso en que una madre acaba de perder a un hijo. Pienso. Y pienso que lo único que quiero en este instante eterno que me regalaron es abrazarte y no estás.

viernes, 8 de enero de 2010

Pienso 2

Escuché que llegó a almorzar. Pienso. Sutil, pero urgentemente me encerré en mi pieza. Pienso. Tomé el libro de José Donoso que me compré. Comienzo a leer y pienso. Escucho que todos comenzaron a almorzar y en mi encierro comienzo a leer. Pienso. Leo. En realidad, hago que leo. Primera vez que leo a Donoso, su temática sobre el fracaso me atrae, es complicado de leer. Tengo miedo, no sé qué va a pasar. No puedo parar de pensar. No me di cuenta y estaba parado en mi ventana mirándome y su "hola" me sacó de los abismos de mi mismo. No pude pensar. Se notaba cansado y le pregunté por qué. "Maneatar a los animales no es tarea fácil. Estoy aporreado" me dijo. Silencio. Pienso. Se despidió y me dejó un billete de diez mil pesos. No nos deseamos el "feliz año nuevo" que teníamos pendiente. Pienso. Quiero llorar, pero no. Pienso. Y salgo con Donoso bajo el brazo, lo ojeo mientras camino por la vereda. Me detuve a pensar y frenté a mí se cruzó un instante que duró casi una eternidad. Un joven caía desde su balcón en dirección al suelo. Pienso. Mientras cae pienso. Pienso en que a pesar de sus sesenta años de edad y dos semanas sin hablarnos tuvo la valentía de acercarse y ser él el primero en hablar y más ensima dejarme diez mil pesos. Pienso. El cuerpo al fin golpea el suelo. Pienso y una madre acaba de perder a su hijo. Pienso. Pienso que se me quedó la plata para cargar el pase escolar. Pienso. Pienso que Donoso será complicado de leer. Tengo miedo. Pienso. Y pienso que lo único que quiero es abrazarte y no estás.

martes, 5 de enero de 2010

Pienso 1

Acabo de apagar la tele. Son las 2:30 am. Mirando la ciudad por el balcón pienso en mi padre y su soledad. Pienso en el que estoy queriendo y está lejos. Pienso en mí y en mi futuro. Pienso en este año 2010 que comienza. Supuestamente soy maduro y profesional. Debo confesar señores que siento miedo. Todo me es incierto. Pienso. Son las 2.30 am. Recién apagué la tele. Pienso y miro la ciudad. Pienso. A la mañana siguiente un miedo me despierta. Pienso. Salgo a mirar por el balcón y un chico se acaba de quitar la vida. Pienso y una madre acaba de perder a su hijo. Pienso y todo me es incierto. Pienso. Y pienso que lo único que quiero es abrazarte y no estás.